lunes, 27 de septiembre de 2010

Por el recuerdo de tu alegría

A mí me encanta Chihuahua, su clima radical va con mi temperamento, ese que forma de una manera muy especial a sus pobladores, los hace de carácter fuerte, luchones, serios y alegres. Me encanta en particular el cielo de Chihuahua, en mis viajes no he visto ninguno como él, sus atardeceres de color pastel, el cielo en muchas tonalidades de un mismo azul, los amaneceres en los que poco a poco la oscuridad cede al poder del sol, pintando las nubes en tonos rojizos en invierno, como un fuego ardiendo, y pasteles en verano.

La gente de mi tierra es como ninguna otra, en verdad que es valiente, noble y leal, honesta y trabajadora, le agrego yo.

Por eso es que me duele tanto ver a la tierra que amo convertida en el campo de una batalla que no comprendo, y de la cual muchos se han aprovechado para volvernos al miedo y a la neurosis social. Duele, duele, duele mucho. Cómo llegamos a este momento? Cuándo el miedo me obligó a caminar con recelo por el Centro de mi hermosa ciudad capital? Cuándo la violencia se llevó a mis amigos?

Estas lágrimas van por Ferny, por otra vida truncada sin razón, por otro futuro que no llegará. Pero también van por mí, por nosotros, por los que nos quedamos viviendo en este verdadero mar de lágrimas, van como un grito silencioso de desesperación, de enojo y de esperanza, porque verdaderamente espero que como sociedad logremos funcionar mejor.

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